jueves, 26 de noviembre de 2009

American way of life III

Hoy os dejo un nuevo relato de Creía que mi padre era Dios. Se trata de una historia veraniega contada en primera persona por Nancy Wilson, Collingswood, Nueva Jersey. Yo quiero ser como el padre de la anécdota, un crack total.

LO MÁS DIVERTIDO
"El verano de mi úlitmo año de instituto alquilé una casita en la playa de Jersey con unos amigos. Un martes por la noche, alrededor de las nueve y media, salí de casa y bajé a la playa. Estaba totalmente desierta, así que me quité toda la ropa, la dejé apilada sobre la arena y me zambullí en el mar. Estuve nadando unos veinte minutos y luego cogí una ola y me dejé arrastrar hasta la orilla.
Cuando salí del agua, mi ropa había desaparecido. Mientras me preguntaba qué podía hacer, oí voces. Era un grupo de gente que venía paseando por la orilla hacia donde yo estaba. Decidí echar una carrera y regresar a toda velocidad a la casa, que estaba a unos cincuenta o sesenta metros. Veía que la puerta estaba abierta o, por lo menos, la luz salía del umbral de la puerta. Pero cuando estaba a punto de entrar corriendo me di cuenta, demasiado tarde, de que había otra puerta con una tela mosquitera. No me dio tiempo a frenar y atravesé la tela metálica.
De repente me encontré de pie, en medio de un salón. Un padre y sus dos hijos pequeños estaban sentados en un sofá, viendo la televisión, y yo en medio de la sala sin nada encima. Me di la vuelta y salí a toda velocidad por el agujero de la tela metálica con dirección a la playa. Cuando llegué a la orilla, giré a la derecha y seguí corriendo hasta que, al cabo de un rato, encontré mi ropa apilada sobre la arena. Entonces comprendí que la corriente me había arrastrado y que había salido del agua a unos trescientos metros del lugar donde me había zambullido.
A la mañana siguiente recorrí la playa en busca de la casa con la tela metálica rota. La encontré y, cuando me disponía a llamar a la puerta, o a lo que quedaba de ella, vi al padre dentro de la casa que venía hacia mí. Comencé a tartamudear y al final logré decir: "Siento muchísimo lo sucedido y me gustaría pagar los daños de la puerta".
El padre me interrumpió, levantó las manos de un modo exagerado y dijo: "Niña mía, no puedo aceptar que pagues nada. Lo de anoche fue lo más divertido que nos ha pasado en toda la semana".

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